Garroneando Historias

Qué difícil que resulta que el Guille Garrone se ponga a escribir !, por lo tanto, sin ser una sección fija de este blog decidimos «garronearle» historias, hacerlo hablar y escribirlas nosotros, aquí van tres, son pinturas de sayaguenses y recuerdos entrañables que muestra como fotografías de su juventud ( pero sin escribirlas, eso lo deja para los poetas o los atrevidos como nosotros ), esperamos que las encuentren divertidas.

Los nombres han sido, no cambiados, pero sí acortados para proteger a los inocentes ( ? ).

Historia Garroneada I
» Balmore Carbajal y su Iseta «

© VillaSayago.Com 2010

– Voy al trabajo si querés te llevo, le dice Balmore al Guille – trabajaba en la Ute e iba y venía todos los días en su Iseta – bueno vamos juntos yo también voy para el lado del centro – le contesta nuestro protagonista.

Balmore vivía en la Calle Sauce, se encuentran en Ariel y Garzón, toman por Ariel , Sayago, millán y al llegar al cruce con Raffo – donde recién habían puesto los semáforos, volvemos al relato :
– Veníamos atrás de un 148 a la altura del paragolpes, que desde el triciclo se ven gigantescos, y balmore dice : lo vamos a pasar.

– A esa altura ( del relato y de la calle ) las tuercas de la rueda, sobre todo la central, se movía a la altura de mis ojos, para peor enfrente venían otros ómnibus, la situación era mas que delicada, en eso viendo mi cara de pánico, el confiado conductor me dice » no te preocupes que esto tiene la salida de un Ferrari «.

Y salimos ….. y pasamos haciendo «filitos» entre los dos Cutcsas, fue una experiencia muy bonita y la única, porque nunca mas me subí con él.

Con esa Iseta, Balmore, cargado de bártulos, se iba a San Luis a veranear, aún no permitían los 110 km por hora en la Interbalnearia.

Historia Garroneada II
» Tengo una novedad «

Ortiz vecino de la calle Danubio, electrotécnico de profesión ( cariñosamente apodado Tara Service ), preparando con el Guille la salida a la Quinta de Galicia de los sábados le adelanta : mirá que tengo una novedad.

Hasta que se encontraron ninguno de los de la barra sabía a ciencia cierta de qué se trataba , la cuestión es que el domingo – día de la quinta – se encuentran en el Adipe y lo ven al protagonista reluciente : zapatos marrones de punta, pantalón blanco haciendo juego, una regia camisa blanca con ribetes en las mangas, bolsillos y cuello amplio y abierto. Hasta allí seguía el misterio.

Ortiz le daba largas, recién al entrar en la Quinta, sacó de su bolsillo un cargador, lo ajustó a su cinturón y colocó varios leds imantados a sus botones de metal y le dió On a todo el circuito !

Durante la noche, en la semipenunbra Galicense lo veían bailar iluminado por la cadena de leds que encendían y apagaban como si fuese un arbolito de Navidad bailaor.

Bailar bailó, lo que significa que la electrónica cumplió con su cometido.

Los amigos al otro extremo de la pista, no querían ni mezclarse con el arbolito.

Historia Garroneada III
» Se salvó por un pelo «

Salíamos de la Quinta – en el centro – ( nos cuenta el Guille ) y yo había «rebotado» malamente con una chica muy bonita que como dicen aquí «me había dado calabazas«, quiere la historia que esta misma rubiecita sube al 148 en el que yo volvía y se sienta en el asiento delante del mío.

Lo cuento aquí, no se lo digan a nadie, que me vi tentado a una pequeña venganza, le até el cabello en el pasamanos del asiento. Cuando me bajaba le toco el hombro y le digo : «chau, nos vemos en cualquier momento«, ella mecánicamente hace por enderezarse y ping !, el pelo le vuelve a poner la cabeza contra el duro metal.

No me culpen, son cosas de adolescentes, cosas de botijas.

( N de R : conste que cuando venía haciendo el cuento, antes de que lo terminara pensé : zás ! el Guille le cortó el pelo….pero no, terminó un poco mejor el desplante ).

Historias Garroneadas IV
» Cosas de gurises » ( versión 2 )

Ya en otro post de setiembre del año pasado ( Cosas de Chiquilines ) habíamos hecho un relato similar, pero como las aventuras de los Garrone y compañía nunca se agotan, hoy transcribimos un segundo y similar.

Sabido es que cada vez que los camiones recolectores de la IMM dejaban en Olazábal a Lito, los chiquilines de la cuadra ( Guille, Marcelito, Gustavo y «el canario» Bonora ) se colgaban en el pescante del cual se bajaban cuando en la vía el vehículo frenaba, o si no tenían la alternativa de hacerlo en Propios, donde la mitad de Olazábal tenía una zanja en desnivel.

La cuestión es que – como en el primer cuento – el camionero pasó la vía a mil por hora y casi ni frenó al llegar a Propios, pudieron tirarse y quedar muy machucados todos excepto Marcelito al que el tirarse le dio mas pánico que la velocidad que llevaba el vehículo que salió raudo rumbo a Lecocq.

Como nunca se abandona a nadie y menos a un hermano, allá partieron todos en búsqueda del mas pequeño de la barra y lo encontraron allá lejos, llorando y caminando rumbo a su casa, era tal el susto que no dijo palabra ni volvió a subirse a camión alguno.

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