Posteado por: gabriel | 30 junio 2011

«Morir contrabandeando», por Carlos desde Huelva

El mirador de Sayago y el tren llegando a la estación, por Luis Falla

Siempre que oímos hablar de contabando, se nos viene a la memoria la canción de Los Olimareños o los versos del Caminos de los Kileros……, tenemos una idea romántica del contrabandista. Y ni hablar de que los ubicáramos fuera de la ley,era un trabajo más, ¿profesión?.- trabajador autónomo.

Trabajador, como aquel que le trajo de Buenos Aires, a mi tía, la maquina con tarjeta de tejer, con la cuál mi tía, se hacia unos pesitos más, al salir de la fabrica Burma. Fue el mismo que le trajo la radio Spica, mi primera compañera, mi comunicadora de largos paseos, por la zona del Reducto, caminando solo, .- bueno solo no, con ella, la Spica. Hoy vieja y sin funcionar, es una Momia, forrada en su cuero original, en una estantería de mi casa de Huelva.

Uruguay, fue y lo seguirá siendo un país original, eso seguro no lo discute nadie, y dentro de esa originalidad, están las leyes dictadas por nuestros gobernantes de turno. Que diría un inglés, un francés o un chino, si le dijéramos, que un parlamento votó una ley que propiciara el contrabando, seguro que gritaría, ¡¡eso no puede ser¡¡.

En Uruguay si, claro que puede ser, y lo fue. Allá por la década de los finales del los 50, principio de los 60, la ley propició…¡¡el contrabando de carne¡¡ Era un echo delictivo, comprar carne en La Paz o Las Piedras, y traerla a Montevideo.

Fueron cientos los uruguayos que de la noche a la mañana, se transformaron en «trabajadores autónomos», o sea CONTRABANDISTAS.
Varios fueron los medios de transportes que se utilizaron para contrabandear, al principio, fueron los propios coches, hasta que se los empezaron a requizar, de donde salió aquel dicho de.- A ver si te enterás lo que cuesta un kilo de carne.
Luego se utilizó el transporte público, que a raíz de las requisas, pasó a otra mejor suerte. La improvisación de los uruguayos, tampoco nunca estuvo en duda, y he aquí que alguien pensó en el ferrocarril.

Vivía para ese entonces, en la calle Versalles entre Antonio Diaz y Ganaderos (hoy Islas Canarias) debajo de las chimeneas de la fábrica de Portland, y a escasos 50 metros de la vía del ferrocarril. A primeras horas de la mañana, «los negros, salían a trabajar de autónomos» y lo hacían, desde la estación de Sayago. Una fila de 10 a 15 trabajadores, iban en fila por las vías camino a la estación, distante unos 2 kms en (nunca mejor dicho) vía recta. Compraban y en el de las 11 de la mañana, retornaban, camino de Montevideo. Al llegar a la calle Antonio Diaz, tiraban las bolsas de arpillera, al cañaveral que allí había, junto a una casa, que nunca supe porqué estaba justo al lado de la vía. Las mujeres (que no eran autónomas, si no que peonas) recogían la carga y…a vender que es medio día y hay que comer.

Se traía lo justo para la venta del día, en aquella época, solo había en la mayoría de las casas, una heladera de hielo, como máximo. Al otro día a salir a la vía.

El Negro Pedro Sesámo, había conseguido una changa de peón para modificar una casita en Pasaje de la Vía y Antonio Diaz. Aquel día como todos los demás, se levanto a las 6 de la mañana, y se puso a tomar mate, sentado a la puerta de su Rancho ‘e lata, en la calle Benito Alvarez, terminado el mate, a la changa a eso de las 7 de la mañana.

Vió el negro salir a los trabajadores, a la vía del ferrocarril, aquella mañana, todo era normal, el murmullo molesto de la trituración de las piedras, para fabricar cemento, la grúa que cargada de piedras,las transportaba a la cinta. Bueno,casi todo era normal, menos la barriga del Negro, la noche anterior había comido un guiso de cordero, que le «partió» el hígado, más el mate a «pelo»….

A las once y media de la mañana, el pobre Negro no daba más, y p’al cañaveral dirigió sus pasos de alpargatas con enormes bigotes. Curándose del hígado estaba el Negro Pedro, cuando a los lejos, escucho el pito de la locomotora (creo que la 1505)´, que rauda se acercaba.

A los dos días, despertó el Negro en el Hospital Maciel, tres costillas rotas, traumatismo cráneo encefálico. A su lado estaba su compadre, el Negro Ramón, que al verlo despertar, le comentó: .- Mire compadre que ponerse a ca…., justo a las 11 y media en el cañaveral, Usted, no tiene perdón.

Desde Huelva Carlos Alem


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  3. Recuerdo a mi padre ir a La Paz a comprar carne de «contrabando» y ponerla escondida bajo el piso de la camioneta Fordson. Y eso era para consumo familiar… hace solo 50 años atràs.

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  4. Qué buen relato! Me parece verlo. Paso a diario por la zona. Ya no va a ser lo mismo. Me va a parecer ver a los negros caminando por la vía cuando la cruce. Gracias!

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