Posteado por: gabriel | 20 diciembre 2008

Un «Artigas» para la Escuela 110 hecho de canillas y pedazos de “arañas” de dormitorio.

Siempre pensando en desafíos, Celia , la Directora de la 110, un día propuso erigir un busto a Artigas en el patio donde se realizaban las fiestas de fin de año y demás actos patrióticos. No era aún obligatorio “el patriotismo” que vino después, no había “años de la orientalidad” aún en el horizonte, fue una idea simple pero con visos de quijotada.
Enseñanza Secundaria no proveía ni el bronce ni la infraestructura necesaria, debería ser todo “ a pulmón”.

La “Comisión de Fomento”, motor de los proyectos de la Escuela, se puso en marcha. Mi madre contactó a un arquitecto, viejo vecino del barrio que hizo el plano del proyecto, otros padres – como el gran Iriarte, que no se amilanaba si debía arremangarse y hacer de “obrero” – se pusieron manos a la obra con la recolección de metal.

Todos los días, una vez que se lanzó la idea, dos alumnos recorrían clase por clase, a la búsqueda de canillas, rejillitas, restos de las “arañas” de iluminación que contuvieran bronce. Todos los días crecía un poquito el volumen que se necesitaba.

Se eligió el cantero que está al lado del bebedero para ubicar el pedestal. Todo un fin de semana, un grupo de padres, incluído el mío, con baldes y herramientas de albañil, bajo la atenta dirección del arquitecto, le dieron forma a lo que hoy vemos. Por supuesto que hubo una gran inauguración, supongo, ya que no recuerdo la fecha, que sería el 19 de junio.

Pocos proyectos involucraron tantas voluntades. Hoy, niños y adultos que vean ese simple pedestal con la imagen de Artigas, poco imaginan los meses y la dedicación que fueron necesarios para concretarlo.
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Algo que siempre me fascinó fue el imaginarme el edificio y los terrenos de la Escuela pero como la casa particular que una vez fueron. El patio con claraboyas, verdadero centro de la mansión, que daba a las diferentes habitaciones, gigantescas cualesquiera de ellas, la entrada, con su portal de hierro y la mayólica que aún pervive, los pisos cuadriculados, los balcones de los salones-habitaciones que dan al frente. Todo se respira muy señorial, muy de un “gran Sayago” de otras épocas.
Supongo que los salones de mas abajo, los que dan sobre Ariel, alguna vez contuvieron caballerizas o las habitaciones del personal, pero no lo sé a ciencia cierta.

Los patios y el fondo, donde probablemente hubiera animales de granja ( pollos, gallinas, quizás algún cerdito ), son de grandes dimensiones, con árboles, como los olivos, que se nota que están allí desde siempre.


Ariel hay que descubrirlo, pues el día a día hace que ignoremos su resplandeciente pasado, casas señoriales – o por lo menos muy importantes – lo jalonan, desde Garzón hasta la vía. Repasemos algunas de ellas : es probable que la casa que tuvo el kiosco de Meneguzzi haya sido muy llamativa en la época de su construcción, lo mismo la que había al lado de la Panadería De Rús, frente a la Escuela, la que tenía dos magnificas palmeras a ambos lados de su entrada.

A la derecha de la Panadería hay una bonita casa, ya de un estilo mas moderno, diríamos colonial holandés que es vecina de otra construcción – hoy suponemos del BPS o de Asignaciones Familiares – que siempre tuvo un gran jardín al frente. Ya sobre la esquina de Quicuyó existen en pie dos ejemplos de pequeñas casas quintas, que se continúan hasta la que hoy da cobijo al Club Sayago.

Enfrente, un buen ejemplo de la arquitectura industrial que trajo el ferrocarril : la casa de los ingenieros, todo madera y chapa acanalada de zinc. Hoy está mas desmontada de vegetación, lo que la hace mas visible, durante años estuvo en ese “limbo” verde semi-selvático .

No queremos olvidarnos de la casa donde vivío en su estancia de Sayago, la poetisa Delmira Agustini, era una pequeña casa con entrada sobre Ariel, la que daba a un jardincito que tenía una pequeña fuente ( sus restos son lo único que se conserva ), un balcón asomaba sobre la cara que daba a Avenida Garzón. Era en pequeña escala señorial.


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Respuestas

  1. […] No teníamos busto de Artigas (pobre Artigas), pero allí estaba Celia (la Sra. Directora) y su barra de la Comisión Fomento. La cantidad de canillas o similares hechos con bronce que pedí en la cuadra no está escrito y las aldabas de las puertas de Sayago que misteriosamente desaparecieron, tampoco. ¿El bebedero que estaba en el mismo cantero donde pondríamos al busto, estaba hecho de adoquines? Había algo que se repetía siempre a la misma hora todos los días y era sinónimo de llamado de atención en el recreo. En diferentes puntos de aquellos enormes patios, se escuchaba aquel sonido dorado tan particular. Las campanitas de las maestras. […]

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Replica a ¿ Por dónde comenzar ?, se pregunta Daniel Lucero. « Villa Sayago

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